sábado, 18 de mayo de 2013

Pequeños placeres que me hacen llorar: los recuerdos



Todos asociamos el llanto a algo malo, pero eso no es así siempre pues se puede llorar de alegría, de felicidad. Los recuerdos son una de esas cosas, son pequeños placeres de la vida, ya que puedes volver a vivir momentos del pasado y en ese recordar puedes pasar del momento más feliz al más triste...



Me levanto una mañana aparentemente normal, estoy en el colegio con la misma gente de todos los días, llego a casa… la misma monotonía de siempre. Hasta que me voy a mi ordenador y suena en la radio esa canción que no es igual a todas las demás, que me hace sentir especial y me acuerdo de muchos momentos.

Me pongo a ver fotos de tiempos pasados y recuerdo a personas que ya no forman parte de mi presente… recuerdo momentos con ellos: felicidad, tristeza, euforia, nervios, paz… tantas cosas que en ese instante de mi vida creía que sólo ellos podían proporcionarme… y es ahí, en ese mismo instante, cuando empiezo a sonreír pensando en todos esos momentos y  me doy cuenta perfectamente que no van a volver a sucederme, al menos no con esas personas.

Pero luego sé que eso no es así, que hay muchas otras personas que ahora forman parte de mi presente que me hacen sentir como ellos lo hacían antes… pero sigo pensando que cualquier tiempo pasado fue mejor… empiezan a caer lágrimas de mis ojos, pues deseo estar en ese momento exacto en el que se tomó la foto… poder volver a vivir cada momento junto a esas personas. Pero no puedo, no hay vuelta atrás en este mecanismo que es la vida.

Entonces, me acuesto en la cama con los cascos puestos sin poder parar de darle al play a esa canción… cierro los ojos y revivo mi vida desde que era una peque.
Recuerdo aquella guardería en la que pasé momentos que jamás se me borrarán de mi memoria, aquellos profesores geniales que tenía y aquellas amistades que, por aquel entonces y hasta hace pocos años incluso, no pensaba que iban a seguir ahora conmigo.

Luego recuerdo toda mi primaria y mi secundaria… qué de momentos vividos con los mismos compañeros un año tras otro… hasta diez años juntos con ellos y recuerdo excursiones, viajes, momentos en clase que son especiales y que me hacen reir como una tonta hoy. Me acuerdo de aquellos profesores, esos que tanto me han enseñado y me han ayudado a formarme como persona, entonces me acuerdo de una profesora especial, la mejor de todas, aquella que deseo poder ver otra vez, aunque sólo sean cinco minutos.
Entonces, me acuerdo de cuándo pasó todo… me acuerdo que íbamos a nuestro colegio de siempre, en el que me siento la persona más segura de todas, llegamos allí y ella ya no estaba, se había ido… y sé que jamás volveré a verla. La noche anterior me habían dado una muy mala noticia… pero debía ir con mis amigas a ese sitio en el que la había conocido y estar con mis otros profesores en ese mal momento. Me acuerdo de todas las clases con ella… lo buena que era explicando, lo buena persona que era y sé que nadie podrá ocupar su sitio. Más lágrimas.

Recuerdo ahora el momento en el que nació mi hermana pequeña, la veo de nuevo, un bebé, en el hospital, con mi madre… uno de los momentos más felices de toda mi vida. Ahora, abro los ojos y la veo correteando por mi casa, ha crecido, ya no es tan bebé, pero para mí sigue siéndolo.

Me siguen viniendo fotos de mi vida, y ahora veo a mis amigas, sin las que yo no sería nada, sin las que no reiría nunca. “La vida da muchas vueltas”, dicen. Y es verdad, todo cambia, en menos de un mes, dejo otro colegio, y en menos de cinco meses me voy a vivir a otro lado, "lejos" de aquí, de la que siempre ha sido mi casa, y no voy a estar, en esa monotonía, junto a esas personas que me han dado tantos momentos felices en el pasado y en el presente, pero siempre recordaré con alegría y tristeza aquellos instantes de mi vida.



PD: el último del año tenía que estar dedicado a ti... 

miércoles, 27 de febrero de 2013

Experiencia 27: Inventarse otras vidas


Este experimento es algo que hago casi todas las noches. En estos días que me voy a la cama y no consigo quedarme dormida, me pongo a divagar en mis pensamientos… hasta que concilio el sueño. En esos pensamientos hay de todo: cosas buenas, malas, peores, felicidad, angustia, tristeza, sonrisas… muchas veces incluso llega a darme miedo todo lo que se cuece en mi cabeza.

Pero lo que más suelo pensar es en eso, en otras vidas, en cómo sería yo, dónde habría nacido, dónde me habría criado, con quién, cuándo… me imagino que no soy morena, que no vivo en España, que soy alta… o que no vivo en mi casa, ni con mi familia, ni tengo estas amigas, muchas cosas que forman vidas nuevas.

Una de las que imagino es:

“¡Oh! Me llamo Catalina, soy millonaria, rubia, tengo el pelo rizado, una mansión increíble, tengo 24 años, cuatro hermanos y dos hermanas, vivo con mis padres en EEUU y, por supuesto, ¡de lujo! Mis padres han trabajado siempre juntos desde casa y mis hermanos son todos mayores que yo. Yo ahora no vivo con mis padres, sino en un chalet cerca de mi universidad con mis amigas, que son iguales que yo. La verdad es que se vive bien con ellas, todo es felicidad, todos los días nos vamos de marcha con nuestros amigos. Casi todas ellas tienen novio y se van a casar ya, pero yo prefiero estar soltera y no tener ningún compromiso por el momento, eso de bodas, hijos… me viene muy grande. Soy una estudiante que saca muy buenas notas…”

Ahora borro eso y comienzo de nuevo:

“Ahora me llamo Nerea, soy castaña, tengo el pelo muy, muy largo, vivo en un piso que casi se cae a trozos y lo hago con mi madre y mi hijo, no conozco a mi padre, según me contó mi madre, él se fue cuando yo nací. Tengo 21 años, tengo un hijo y vuelvo a estar embarazada. No tengo estudios porque nunca me han importado y me paso el día en casa limpiando o no haciendo nada. Me casé a los 19 años porque me quedé embarazada, pero me divorcié hace unos meses, la verdad es que estoy mejor sola. Nunca he sido la típica niña pija que lo tiene todo, más bien sería al revés, no he tenido casi nada en esta vida puesto que mi madre tuvo que criarme a mí y a seis hermanos más, y tuvo el primero con tan sólo 15 años...”

Y otra vez:

“Esta vez tengo 40 años, me llamo Julia y estoy en la cárcel. Sí, en la cárcel porque maté a tres personas hace año y pico. Soy morena, bajita y tengo el pelo rapado, estoy llena de piercings y tatuajes molones. Comparto celda con un tío que a veces hasta me da miedo, pero me estoy haciendo amiga de él. Estoy en la cárcel de Alcatraz, y el sitio está chulo, aunque los policías son muy brutos. Nadie viene nunca a visitarme, ya que mis hijas viven con su padre porque no quería que yo las viera, valiente capullo. Mi madre no quiere ni verme, dice que le doy miedo y hermanas no tengo, pero me gusta mucho mi forma de vivir, y, la verdad, es que aquí tampoco se está tan mal: me dan de comer y cenar todos los días (y es mejor que lo que comía cuando estaba vagabundeando por la calle), hay un gimnasio, duchas, y se hacen nuevos amigos. Mi abogado dice que me sacará de aquí, aunque lo veo difícil porque están pidiendo mi pena de muerte en la silla eléctrica por los asesinatos y varias denuncias que tengo de cuando era joven. Si creen que me voy a acojonar la llevan clara, a mi nada me da miedo…”

Y una nueva vez:

“Esta vez vivo en el siglo XX en Alemania y me está tocando vivir la II Guerra Mundial. Me llamo Anna y tengo el pelo cortito y muy mono, aunque últimamente no lo estoy cuidando mucho porque no puedo ducharme, mi mamá dice que todo va bien, pero yo veo que no. Vivíamos en un piso que estaba muy bien decorado y me encantaba, yo tenía todos mis juguetitos y me lo pasaba fenomenal. Pero soy judía, y, por lo visto, tengo un problema… Tengo 6 años y ahora estoy sola, han matado a toda mi familia y creo que quieren hacer lo mismo conmigo… pero he cogido a mi osito de peluche y él me protegerá, lo sé. Ahí están, buscando algo, no sé por qué hacen eso, ¡¿qué quieren?! No entiendo nada, ojalá estuviera aquí mi familia, conmigo. Se van, parece que no vuelven, yo salgo de mi escondite y no hay nadie… estoy muerta de miedo y no sé dónde ir ni qué hacer. De repente aparece una niña que conozco, ¡oh! Es mi vecina y amiga, tiene mi misma edad. Nos vamos a la calle a escondernos, pero nos ven los señores malos y se escucha ¡pum, pum!...”


Me despierto de mis pensamientos con el corazón acelerado… he pasado de ser una mujer muy feliz a morirme por una guerra.

En la primera vida, soy la típica niña de mamá y papá, la que tiene todo lo que quiere, cuándo lo quiere, cómo lo quiere y dónde lo quiere. Esta vida está fenomenal, ¿no? no tengo líos, ni problemas, mi familia vive de lujo y yo, por supuesto,  también, y encima ¡vivo en EEUU!. Era rica, me querían y no tenía ninguna enfermedad ¿qué más se puede pedir? Salud, dinero y amor son las tres cosas más importantes en la vida y ¡yo las tengo! A mi parecer, es una vida que no querría, este tipo de personas no suelen importarle nada, todo les da igual, no quieren a nadie, sólo piensan en dinero, fiestas, ropa… y su mayor problema es si no pueden ir a jugar al golf, ir a cenar a su restaurante favorito… problemas graves como puedes ver ¿eh?...

La segunda vida tampoco me gustaría vivirla, es un poco problemática ¿no? No me gustaría tener la mala suerte que tuvo Nerea en su vida. La típica familia cani en la que ni estudian, ni trabajan, no hacen nada bueno en sus vidas, se pasan el día en la plazoletita con el porrito y el litro y no saben lo maravillosa que puede llegar a ser esta vida. Este tipo de personas suelen tener muy mala educación, pero bueno se han criado así, han tenido esa mala suerte o buena para algunos.

La tercera es una vida bastante mala, no quiero pasar por el vagabundeo en las calles ni matar a nadie. Esa Julia tiene que estar muy loca y no quiere a nadie, supongo que no le habrán dado cariño en toda su vida, de lo contrario no sería así, seguro. No me gustaría tener que pisar ese sitio ni siquiera para visitar a alguien… pero bueno se lo merece, ¿no?, que no hubiera matado a nadie.

La última me da mucha pena, ella no tiene la culpa de nada, simplemente tiene una forma de vivir que, por culpa de un señor (si es que se le puede llamar así) terminará por llevarle a la muerte. Está sola y es muy pequeña, pobrecilla. Obviamente, no me gustaría vivir eso, tiene que ser muy doloroso, sobre todo porque han matado a tus padres y tú, sin poder evitarlo, lo has visto… se me erizan los vellos de tan sólo pensarlo…

Pero, ninguna de estas vidas, por maravillosa, trágica o mala que sean no se pueden comparar con la mía. Me da igual tener dinero, estar sola en un sitio del que no puedo salir, llevar una vida muy mala, tener un hijo muy joven… todo eso no importa, porque, cuando abro los ojos, en la cama de al lado veo a mi hermana pequeña, escucho a mi madre y a mi otra hermana hablar, veo las fotos y veo a un novio maravilloso, a unas amigas increíbles… a una familia que no cambiaría por nada en el mundo. Mi vida tal vez no sea la mejor del mundo, pero lo que sí que es lo mejor es a las personas que tengo a mi alrededor, las que me preocupan y a las que quiero. Eso, eso no lo cambio yo ni por todo el oro del mundo,  y puede que, para alguna gente, no viva bien, y es verdad, no vivo bien, vivo maravillosamente bien, con mi familia, novio y amigas. Sin ellos no sería nada de lo que soy ahora.